No esperes entenderlo...

domingo, 17 de abril de 2011

Thomas (I)

Ahí estábamos "nosotros" (no sabía con certeza si en realidad estaba solo), en medio de un descampado sin señas de que hubiera algún ser vivo cerca excepto las dos siluetas a mi espalda y yo. La nada en el horizonte. Un suelo que el tiempo había ido despojando de su cubierta de baldosas a rayas y las había esparcido rotas aleatoriamente. El ambiente era pesado. Tampoco había señal de que allí hubiera llovido, nevado o de una mísera ráfaga de viento alguna vez. Una leve niebla estática a la altura de las rodillas dificultaba la visión del terreno a pocos metros.
Me encontraba a las puertas de una fábrica de ladrillo marrón semiderruída. El deterioro del edificio se había ensañado con una de sus esquinas dejando un enorme hueco, sin embargo, no era posible vislumbrar su interior desde fuera. Oscuridad. El aura que emanaba de ese sitio era más fuerte que la luz y la recluía en su interior, un agujero negro en medio de la nada, y frente a él, nosotros: tres chavales (al menos yo) sin mover un músculo.
Mi primera impresión fue tranquilidad, a pesar del ambiente tétrico y de mis dos acompañantes desconocidos, se respiraba paz
¿Cómo demonios he llegado hasta aquí? ¿Por qué me siguen estos dos cuerpos sin rostro?
Para ser sincero no recordaba haber llegado hasta ahí por mi propio pie, por esto es por lo que empecé a inquietarme. Empezaron a sudarme las manos y una extraña corriente me subió por la espina dorsal hasta llegar a mi cabeza. Estaba nervioso. Una puerta al frente y a mis espaldas, dos siluetas.

sábado, 16 de abril de 2011

Sr. Lobo


"Soy el señor Lobo, soluciono problemas"

Me canso de recomendar esta película, así que todo aquel que no haya visto esta se la recomiendo. Y todo aquel que no haya visto una película de Tarantino, se la recomiendo también (casi es una obligación). Pulp Fiction, Kill Bill (2 volúmenes), Reservoir Dogs, Death Proof y dirigió el corto final de The Four Rooms.
No las he visto todas, pero casi podría recomendarlas todas. Los trabajos de ese hombre son obras de arte.

Nada más

Lo olvidaba: "No empecemos a chuparnos las pollas todavía"

sábado, 9 de abril de 2011

Du & Ich

No sabes lo que te he echado de menos.
Espero decirte, algún día no muy lejano, que hice este blog por ti.
Para decirte, orgulloso de mí mismo, que vuelvo a escribir
y que no podría ser más feliz con otra persona.

El blues del autobús

Aún recuerdo cuando me ataba mis zapatillas de velcro del número 34 y, de la mano de mi madre, salía a la calle las mañanas de verano. Días radiantes, espléndidos, rayos que caían picados al suelo formando largas sombras pero que a la vez iluminaban todo el barrio y que hacía que me picaran las piernas. Tras recorrer unas pocas calles, que entonces me parecían un intrincado laberinto que nunca acababa de entender, nos deteníamos junto a un poste verde, con números salpicados en la parte superior, hasta que llegaba una gran lata roja sobre ruedas, se detenía delante de nosotros y nos abría sus puertas como invitándonos a ser devorados. Al entrar, como un ritual, mi madre tocaba dos veces una campanilla introduciendo una tarjeta parecida a las fichas que utilizan los trabajadores al entrar y salir de trabajar. Clin, clin, sonaba al arrancar dos pedacitos de cartón de la tarjeta, y entonces podíamos adentrarnos en la enorme lata en busca de un cómodo asiento. La atmósfera en el interior era distinta a la exterior. Nunca encontrabas la temperatura a tu gusto. Cuando las mañanas eran frescas y una leve brisa se te colaba por las mangas y las perneras del pantalón sin llegar a causarte frío pero sí una grata sensación de frescor veraniego, un gélido aire incidía directamente sobre el asiento que me asignaba mi madre (junto a ella) y congelaba cada una de mis células epiteliales. Sin embargo, cuando el calor podía notarse con echar un vistazo al asfalto, que presentaba el mismo aspecto que la plancha de cualquier cocinero de chiringuito, esa brisa tan esperada no llegaba nunca y no hacía más que sudar y sudar. Al parecer no era el único, porque además del calor, por lo general cierto hedor a animal, a humano, se respiraba en aquella atmósfera. A mí eso me preocupaba poco entonces, me dedicaba a mover las piernas, que colgaban del asiento y a mirar por la ventanilla la ciudad pasar. Siempre el mismo recorrido, aunque siempre distinto. Gente con ropa veraniega, verde por todas partes, aspersores en funcionamiento que añoraba los días más calurosos. Hasta que, sacado de mi ensoñación de un tirón, mi madre volvía a agarrarme de la mano hasta ponerme de pie y me llevaba hasta una de las salidas de aquel mundo. Al igual que para entrar, había que pedir permiso para salir esta vez tocando un botón rojo a lo alto de una de las barras del esqueleto de esa bestia. A mi madre y a mí, afortunadamente, siempre nos dejaban salir. Dos viajes cada día, uno para ir, otro para volver. Viendo caras nuevas, cada día, cada parada.

Han pasado los años y sigo sorprendiéndome con la gente tan variada que sube al autobús. Algunas cosas han cambiado, como el famoso bonobús, que ahora ha pasado a ser una tarjeta que pretende imitar (inútilmente) el sonido de las campanas al entrar. O como el fuelle que han incrustado a la mitad (para recogerlos con más facilidad, imagino), o los duendes que tienen escondidos a lo largo del bus que te informan de la siguiente parada con un acento extraño. Pero conserva el mismo ambiente que entonces. Y creo que cuando me marche, aunque sea un medio de transporte como cualquier otro, echaré de menos, entre otras cosas, los momentos que he pasado en todos los buses que he cogido aquí, en Zaragoza, en mi ciudad natal.

martes, 5 de abril de 2011

Eraser

(I)
Need you
Dream you
Find you
Taste you
Fuck you
Use you
Scar you
Break you


(You)
Lose me
Hate me
Smash me
Erase me


(Please)
Kill me
Kill me
Kill me
Kill me
Kill me
Kill me
Kill me
Kill me
(Slowly)






Experimentando nuevas frecuencias, otras λ. Qué ciego(?) he estado todo este tiempo.

domingo, 3 de abril de 2011

Esfuerzo

Antes de empezar con esta entrada y siendo un poco egocéntrico, deleitaré a los cuatro gatos que me leen con la experiencia de empezar con este proyecto.
Hacía mucho que no me sentía así: ilusionado, esperanzado, ocupado. También es cierto que empiezo proyectos con ganas y cuando los exprimo dejo de interesarme por ellos a menudo, pero es que este mundo ofrece tanto que no veo el fin. Ya veremos en un par de semanas.
Será por la novedad, pero desde hace un tiempo, cuando me dedicaba a divagar sin prestar mucha atención a la música que escuchaba, una historia o una anécdota me venía a la mente e instantáneamente pensaba que podría publicarla si tuviera un blog, un blog, blog... Confío en que siga así. Solo me pediría (me exigiría) que dejaran de aparecer tantos textos de golpe y se dosificaran a lo largo de un tiempo, no soy un pozo sin fondo.
Basta de "me".
Pequeña historia de ficción

Esfuerzo

Hace algún tiempo, antes de que el siglo XXI planeara su llegada, un hombre de avanzada edad daba clases de guitarra clásica a su nieto. La ilusión se respiraba en el ambiente por encima del olor a madera vieja de los muebles que decoraban el estudio. Emanaba directamente de la mirada del abuelo; el nieto, un poco cabezota, se negaba a seguir las instrucciones de su abuelo. El chiquillo aún era pequeño e interpretaba la ilusión de su abuelo como severidad (de verdad que aquel hombre inspiraba respeto).
La música... esa especie de credo que si sigues por obligación desde pequeño tiene dos salidas: abandonarlo o creer más fuertemente en él. En realidad, el niño no era forzado por nadie más que por la esperanza del abuelo de que la música no se saltara otra generación. Deseaba ver a alguno de sus nietos tocar su instrumento desde el alma, porque, en verdad, ése era el lenguaje que mejor entendía.
Pasaron los años y dentro del siglo XXI, el abuelo decidió dejarse llevar por el viento y el aroma de unas cuantas flores. El viento, egoístamente, también se llevó su alma de un soplido.
Algo quedó en el mundo mortal ya que, al cabo de unos años, su nieto, ya no tan niño, tomó de nuevo el mástil de su guitarra y comenzó a rasguear sus cuerdas, a disponer sus dedos en acordes que poco a poco iban tomando forma, y cuando tomaban forma inspiraban uno nuevo. Ganas de continuar. Ilusión (ya no severidad).
Su otro nieto un buen día cogió un violín.

La adolescencia ya pasó para aquel chiquillo. De su cabeza surgía una basta melena negra que, por lo que vi, soltaba y despeinaba para sentir con más fuerza las notas. No tardó en encontrar un conjunto de músicos con los que formar un grupo y hacer su propia música. Cada vez que lo comentaba, veía al abuelo en el brillo de sus ojos (ilusión). Sé que esté donde esté, sabe que su nieto lo está haciendo, se lo transmite con su música.

Cualquier cuarto forrado de hueveras era bueno para hacer rebotar ondas sonoras contra las paredes, ondas que volvían a los propios músicos transformadas en algo coherente. Tímidas sonrisas se vislumbraban en las comisuras de los labios de los integrantes del grupo en cada momento al saber que eran su propio público y les gustaba. Progresaron, progresaron mucho. Su música evolucionó hasta un estilo alternativo bastante rockero que tan pronto podía hacerte flotar como hacerte sentir presionado, casi aplastado, contra el suelo. Su música paso a ser una droga, cuyo efecto aumentaba conforme pasaba el tiempo. Componían, ensayaban, actuaban, grababan; recogían los frutos de su trabajo. Cada uno de sus conciertos eran un despliegue de sonido, luz, gritos desgarradores, parches aporreados, hasta alguna tarjeta hacía la función de púa. Arte que transmitían a su público.
Fueron los reyes en su nube de estabilidad. Pero el tiempo acaba con todo, sin excepción y empezó a llover.  Mantenerse arriba se convirtió en algo verdaderamente costoso. Supieron subir pero, ¿mantenerse arriba?

Primer domingo de abril y cuesta mantenerse arriba.


Pequeño homenaje a vosotros dos

sábado, 2 de abril de 2011

Un nuevo amanecer

Me siento un poco influenciado porque las personas que me rodean tienen blog. ~Beeeee~ Y cuando escriben en él es como si se liberaran. Gracias a él respiran, y por él se sienten libres de publicar lo que quieran. Además disfrutan y se piropean los unos a los otros de lo que han escrito, de cómo lo han escrito. ~No somos tan diferentes~ Así que, empujado por un gran amigo (Gracias), decidí experimentar creando este espacio.

[Antes de publicar, ya había borrado y reescrito varias veces este último párrafo]

Maldición. Hace mucho que no escribo, que no toco ninguna clase de instrumento. En definitiva, que no creo. No sé en qué año de mi vida dejé atrás mi parte creativa (la poca que tenía), pero la echo de menos. Desearía que volviera. Porque, como me pasa ahora, no puedo crear sin pensar a cada letra o nota que lo que he escrito es auténtica basura y debe ser borrada.
Esperemos que el blog me sirva como medicamento para ir subiendo cosas, ~aunque posiblemente acabe subiendo una canción de vez en cuando, de esas que te llegan y no paras de escucharla~. En fin, tengo un par de historias macerando, en cuanto pierda el miedo al papel me enfrentaré a él con un bolígrafo ~mejor un lápiz, se puede borrar~ y deleitaré a todo aquel que lo lea con el sentimiento que elija sentir al leerla.

Nada más, le daré a enviar sin releer. No quiero borrar nada.


Turnin' On The Screw - Queens of the Stone Age