No esperes entenderlo...

viernes, 23 de diciembre de 2011

Un "Libérate" ligero llegaba hasta mis oídos empujado por el viento, uno suave y delicioso como el hálito de ella cuando me quiere despertar de mi letargo y me susurra al oído. No era capaz de verme pero me sentía desnudo mientras me iba desperezando poco a poco, intentando vislumbrar aquello que estaba a mi alrededor, pero no había manera. Apenas veía, como de costumbre, cuando no me importaba ese hecho, pero esta vez sí quería ver. Por esta razón empecé a agitarme hasta que me di cuenta de mi situación de cautividad en unos telares, aparentemente, ya que solo los sentía al tacto, quizá tejidos por una araña. Ese "libérate" seguía llegando a mis oídos, cada vez con mayor frecuencia, dándome la fuerza para salir, para ver. Poco a poco, me iba liberando de aquella prisión, como rompiendo algodón, notando cómo me desprendía. Una bella sensación recorría mi cuerpo tibio y, efectivamente, desnudo, casi etéreo. Mecido por la brisa de una noche de un precioso cielo desepejado y salpicado de estrellas, me di cuenta de que eran ellas las que me llamaban, y hacia ellas fui contento de mi destino.


Winds With Hands by Pelican on Grooveshark

sábado, 24 de septiembre de 2011

Soplaba un viento agradable, un punto más fresco de lo perfecto, como me gusta. La estepa, en un tiempo casi yerma, había pasado a ser esa época del año una pradera verde que irradiaba vida, y así me hacía sentir: vivo y feliz de estarlo. El cielo era azul por caprichos de la dispersión y las nubes aparecían esporádicamente, grandes, blancas y esponjosas. No había muchas y me pareció que su única función era la de adornar la llanura del cielo que llegaba más allá de donde alcanzaba la vista. No me suelen gustar ese tipo de días, normalmente por el calor, pero era perfecto.
Aproveché para mirar el pueblo a mis espaldas, que también lucía espléndido. Un montón de casas grisáceas pero brillantes caían como una cascada por la ladera de un cerro, acompañadas, como no, de un campanario que las gobierna a todas. Sin embargo, el destino parece un niño deseoso de acción, que no soporta ver las cosas estáticas, que necesita que jueguen con él. Cuando aún miraba hacia el pueblo, un silbido llegó hasta mis oídos para justo en el momento en que, el satélite UARS envuelto en llamas, del que llevaban anunciando un tiempo su caída en la Tierra, cruzó veloz el cielo en dirección al pueblo. El sonido fue devastador y el golpe de sus 5 toneladas consiguió derribarme. El campanario pareció rendirse a sus pies al instante ya que dejó de estar por encima del resto. A escasos metros de mí empezaron a caer escombros lo suficientemente grandes para que dejara de disfrutar de días como el que había estado siendo ese. Por puro instinto, me levanté y corrí en dirección contraria al pueblo. Notaba los latidos del corazón por todo el cuerpo y estaba tan aterrado que apenas podía respirar para seguir corriendo. Los peñascos seguían cayendo y pude ir esquivándolos. Miraba hacia arriba y veía cómo aparecían más y más escombros  a través de las nubes. Aquello era interminable. Interminable...


Una vez a salvo, cuando dejaron de caer piedras, regresé al pueblo con la esperanza de volver a encontrar el día tal y como estaba antes del incidente. Y, a excepción del manto ígneo que cubría una gran parte del pueblo y del prado salpicado de paredes, tejas y demás proyectiles, así fue.



jueves, 15 de septiembre de 2011

Y ni te enterarás

Ahora, escucha. No me hagas repetirte esto como siempre haces. Siempre. No hay un solo comentario de mi boca al que prestes atención. Cuando oyes mi voz ya estás preparada para lanzar ese irritante: "¿Qué?". Y entonces empieza un poquito. Va calentándose gracias a ti, pero lo medio ignoro. No merece la pena que los dos perdamos los estribos por tonterías, aunque me canse.
Pero hay momentos en los que, por unas circunstancias u otras, directamente arde con intensidad y ni te das cuenta. Litros y litros de bilis se acumulan en mi interior y consiguen que enferme de escucharte y no entenderte o de escucharme y de estar equivocado aunque en realidad piense que no. No lo sé. Cabezota soy, lo admito, pero aquí todos tenemos nuestra parte del pastel y tu trozo es más grande (o no). Es una sensación rara, porque ni siquiera sé qué me pasa pero sí sé por qué. Y me cansa, y te cansa y sigues aún así, porque saltas a la mínima. Y me cansa.
Ya no sé qué hacer. Pero cada vez nos acercamos al cómodo equilibrio en que cada uno vive su vida sin apenas cruzarse con el otro, lo justo, lo necesario, según tú.
No considero, sin embargo, que tengamos peor relación que otros, pero eso no quita que sea una relación extraña para una madre y el hijo que parió en su día.

Todos tenemos nuestros momentos.


sábado, 27 de agosto de 2011

¿Delincuente quién?

Continuación de Delincuente


Resopló y entonces empezó a manipular la mercancía prácticamente a oscuras. Por lo poco que vi, parecían unos polvos plateados de tacto arcilloso y extremadamente difíciles de manipular. Por lo general lo más fuerte suele ser muy valioso y el tipo de aspecto rudo estaba teniendo especial cuidado en lo que hacía. Yo, con toda mi buena fe, le ofrecí la luz que desprendía la pantalla de mi móvil. Al principio me miró con una mezcla de fiereza y de alarma, pero cuando vio que tomaba especiales precauciones para que no se viera más allá de su pie y que no pasaba nada, se calmó y siguió a lo suyo. Concentrado en desmenuzar cada grumo. Desde luego, no era lo que yo esperaba por traficante peligroso. No es que confiara en él si me lo cruzara por la calle pero tampoco era el típico gorila capaz de arrancarte la piel a tiras por un miligramo de su mercancía. Media melena morena y de rostro enjuto con ojeras marcadas y de ropas oscuras. Tampoco muy alto ni fornido, si no fuera por esa siniestra aura que le rodea se podría decir que es un miembro más de nuestra sociedad, quizá en otros tiempos lo fue y la vida le había llevado hasta allí.
El tiempo pasaba y yo me preguntaba cuánto faltaba para que todo eso terminara, no sabía siquiera el dinero que me iba a pedir el tipo cuando acabara y no llevaba mucho encima porque se supone que iban a actuar antes de que diera tiempo a pedirme nada. Por esa vez, la sensatez pudo a los nervios que volvían a levantarse. Volví a inspeccionar el lugar desde donde estaba, me di cuenta de lo difícilmente inaccesible que era el lugar en el que nos encontrábamos y de lo fácil que podría salir algo mal. Estábamos bastante alejados de los muros y entre innumerables vagones y vías, sin ningún tipo de acceso por el techo. El plan cojeaba, y si lo sabía hasta yo, que no tenia ningún tipo de preparación en actuaciones policiales, seguramente es que habría más problemas.
El tipo siniestro levantó la mirada ofreciéndome una cápsula blanca de lo más corriente. ¿Qué podía hacer? ¿cogerla y aparentar normalidad?, me pediría el dinero. ¿Robarla? No podía pensar en serio eso, tenía una pistola y, a pesar de su aspecto un tanto dejado seguramente, buena puntería. Interrumpió mis pensamientos:
- No sé qué te hace querer probar esto, pero te pediría que recapacitaras acerca de lo que vas a hacer - clavó su mirada caída en mis ojos.
¿Por qué había dicho eso? ¿no se supone que es un traficante y que vive de eso? No creo que muchas compañías tabaqueras te adviertan de lo que te va a pasar antes de venderte un paquete, y mucho menos cuando el paquete es tan caro.
- Esta mierda te destroza la vida, y ni siquiera es necesario consumirla para ello - continuó. Parecía... ¿avergonzado?

Volví a vacilar y me consumieron definitivamente los nervios. Intenté calmarlos apoyándome en un vagón frente a él. Me temo que de todas las acciones que hice mal esa noche, ésa en especial, que aparentemente era la más inofensiva para mi objetivo, fue la más desastrosa. Al parecer ese vagón no estaba en buen estado y al apoyarme deje caer una barra suelta que hizo un gran estruendo al caer en el suelo del vagón. En medio de un concierto apenas se habría escuchado, pero, en medio de una nave abandonada, sonó como si hubiera caído un rayo en el interior. Me di la vuelta en el momento en que el tipo siniestro daba media vuelta a toda prisa para huir del lugar. No me di cuenta, pero los cuerpos policiales habían comenzado a entrar por las rejas laterales a toda prisa. Tras él. No podría decir por qué lo hice, quizá la adrenalina o quizá mi sentido del deber o no querer pasar unos años en prisión pero la cuestión es que fui tras él, lo que no tenía claro era mi intención: detenerle o ayudarle.

viernes, 26 de agosto de 2011

Delincuente

No soy ni fuerte, ni peligrosamente inteligente, ni audaz, ni mucho menos un delincuente; pero claro, sentado en un despacho a oscuras mientras un oficial te apunta a la cara con la típica lámpara que lo único que consigue es cegarte, uno se pregunta muchas cosas sobre sí mismo. ¿Qué he hecho yo para merecer ésto?, ¿qué me van a hacer?, ¿podré seguir con mi vida? No parecía que en ese momento tuvieran una respuesta rápida.
Otra de esas historias en las que sin comerlo ni beberlo aparezco inmerso de lleno completamente.

- ... el caso es que, puesto que tu delito no implica daños personales, podrías trabajar para nosotros para evitar la condena - decía el que sostenía la lámpara hacía un minuto, que ahora se paseaba de un lado a otro.
Bueno, ésto era nuevo. Al parecer, esta vez sí me había metido en algún tipo de lío, aunque no me atreviera a preguntar cuál. Por esta falta de información mi boca permaneció sellada y solo pude asentir vágamente con la cabeza.
- Es un trabajo sencillo: te llevamos a la estación de trenes abandonada, corren rumores de que allí se esconde un famoso traficante que lleva dándonos esquinazo varios meses, debes buscarlo y cuando lo encuentres fingir un intercambio. En cuanto tengamos pruebas suficientes iremos por él y todo habrá terminado - terminó la última frase mirándome fíjamente desde las sombras.
No me hacía especial gracia pasearme por una nave abandonada de noche y encontrarme con tipos que pueden dejarme sin garganta en pocos segundos pero al parecer era mi única alternativa. Volví a asentir.


No tardaron mucho en pedir mi colaboración. Me reclamaron esa misma noche para cumplir mi parte del trato. Una vez me soltaron me puse a caminar y mientras tanto repasé mentalmente el plan. Al minuto ya había terminado y aún tenía la nave a unos 300 metros. No me gustaba demasiado, me habían dicho qué hacer pero no cómo, y se supone que ellos son los expertos y yo solo una marioneta más que no sabe de nada más que no sea de lo suyo. Estaba jodido, me iba a encontrar con un tipo peligroso y los nervios bramaban por dejarse ver. Algo me decía que aquellos que iban por droga, o la sustancia que me fueran a dar, no iban sudando de los nervios.
Alcancé la entrada. La fachada por la que llegué tenía tres grandes puertas y dos de ellas estaban entreabiertas así que crucé una de ellas. El sitio era inmenso y aún seguía conservando cientos de vagones y varios cruces de vías muy traicioneros. En la parte alta de todos los muros, sobre unos pasillos a una 2ª altura con acceso a varias puertas y a los que se subía por varias escaleras, había unos grandes ventanales que dispersaban la luz de la luna por todo el recinto. A un lado había una entrada amplia con unas vallas para disuadir a los que quisieran entrar. Intenté en vano ser silencioso, digo en vano porque no es precisamente sencillo caminar entre vías a oscuras sin saber a dónde ir y los tropezones se sucedían constantemente. Mientras me dirigía a la zona un poco más oculta por las sobras me sentía observado por todos los ángulos, como si fuera el actor de una obra de teatro. La presión en ese momento era inmensa.
Tras pasar una columna uno de mis pasos sonó más bien como un resorte. Me detuve y en ese momento alguien llamó mi atención chistando desde mi derecha. Cuando pude girarme lo primero que vi fue un cañón en mi frente. Intenté mantener la calma.
- Amigo, amigo... - vacilé.
- ¿Qué vienes a buscar aquí? - preguntó el tipo desde las sombras, sólo veía la ceniza incandescente de su cigarro.
- Lo que puedas ofrecerme, pero baja primero la pistola - conseguí calmarme un poco al ver que la bajaba.
- No muchos saben que estoy aquí, quería asegurarme.
- Apuntar con una pistola a los curiosos no es lo más seguro para que no sepan que estás aquí, me temo - me mordí la lengua tras acabar esa frase, poco después sentí cómo fruncía el ceño.
- Bueno no tengo todo el día, ¿qué buscas?
- Lo más fuerte - me dediqué a hacer frases escuetas.
Dudó unos instantes, salió lo suficiente de las sombras como para que se distinguieran sus rasgos faciales, me inspeccionó de arriba a abajo, me dio la impresión de que no era el típico tío que le pedía la sustancia más fuerte, e hizo una mueca para finalmente decir:
- ¿Conoces las consecuencias de tomar lo que te voy a dar?
Afirmé con toda la seguridad que pude aparentar.


viernes, 12 de agosto de 2011

Cocinando

Tú, como tantas otras veces, inmersa en tu mundo evitas mi conversación sin sentido.
¡Pop! De repente, tu burbuja explota y caes a la Tierra de nuevo.
- ¿Qué? - preguntas, como si te interesara lo que te estaba diciendo.
Sonrío.
- Nada, que te quiero.


La Dispute by Yann Tiersen on Grooveshark

Dedicado a ti, por todos esos buenos ratos.

martes, 9 de agosto de 2011

Instrucciones para empezar un día

Distraído pero atento a lo que me rodeaba (como siempre), andaba de camino a casa junto a mis padres. Ésta vez sin prestar mucha atención a su conversación, algo que tampoco me extrañó demasiado, atribuirlo a las cenizas de mi adolescencia en su fase pasota/rebelde no fue difícil. Todo parecía normal por aquel camino que habré recorrido unas 1000 veces, quizá más tranquilo de lo habitual y únicamente perturbado por nosotros tres.
Desde luego, estaba bastante alejado de lo que decían mis padres porque llegó un momento en que dejé de oírles para empezar a escuchar música. Desde que empecé a pensar por mí mismo y a sacar mis propias conclusiones serias (aunque al principio fueran tan solo vanos intentos) escucho música, así que tampoco me extrañó que mi mente, acostumbrada a tal fluir de notas, recreara sonidos que, por supuesto, eran canciones que ya conocía. No me quedo fácilmente con la letra de las canciones pero desde siempre me han llamado la atención bastante y me resulta fácil quedarme con los ritmos de batería (o con una buena melodía a la guitarra o riff). Y como batería, uno de los que más han trillado y cultivado mis oídos es Danny Carey, batería de Tool. Todo un deleite para cualquier amante de ritmos quebrados y el arte de los golpes bien dados. Como es habitual, mis pasos fueron en comunión con las baquetas de Danny.
Es increíble la potencia de la mente y en momentos como esos, y cada vez que lo recuerdo, me doy cuenta de lo poco que la utilizo en el resto del día (tristemente). Le resto importancia. Mis pasos me llevan hasta una avenida, que también reconozco, aunque solo a altas horas de la madrugada tan escasa de tráfico. Limpia y a una luz propia del atardecer, con el sol sobre el horizonte alargando las sombras de los árboles. Sube el volumen de la música. No es mi cabeza, el sonido viene de una pequeña carpa al nivel del suelo rodeada de unos pocos oyentes. Mis padres se esfuman, se desvanecen, como espectros; le vuelvo a restar importancia, sigo hipnotizado por los sonidos, algo me atrae. Pocas veces que yo recuerde mi corazón ha dado tal bote, un chute de energía que no sé si se volverá a repetir. Demonios, ahí estaban. Todos además: Maynard, Justin, Danny y Adam. Era increíble. Había más gente tras la mesa allí plantada que no pude reconocer hasta que mis ojos enfocaron algo más que a ellos. Pude reconocer entre esas personas al excéntrico tenor de la barba y ojos desorbitados conocido como Serj. Cuando volví la vista para comprobar si de verdad estaban ellos allí tan solo quedaban Adam y Justin que empezaron a tocar tras dicha mesa apasionadamente, siguiendo un ritual hermoso, sin amplificadores consiguiendo que sonara por toda la avenida.
Un espectáculo corto pero tan real como si fuera algo más que un sueño.

La canción que sonaba mientras andaba.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Voces del pasado

Me hablaban, me disuadían de seguir. Yo intentaba convencerme de lo contrario. Quería continuar. Ya no sé si me daré cuenta algún día de que no sé (o que no puedo), de que cada vez más me cuesta escribir. Disculpad (si es que alguien me lee) de si mis entradas son repetitivas, pero es que le doy tantas vueltas a la misma canción que incluso sueño con ella.

Inspiración, ¿a dónde te has mudado? Tan solo me queda disfrutar del trabajo de otros desde la incapacidad de crear por mí mismo. Como si estuviera atado en el centro de un cubículo iluminado y agradable (como todos pensáis, la habitación acolchada de un manicomio) de cuyas paredes blancas saliera música, o aparecieran textos, que acompañados por los sonidos se volvieran mucho más intensos, o una vorágine de imágenes proyectadas en esos muros me rodeara. Y, sin previo aviso, todo eso desapareciera, fuera liberado y me encontrara con las ideas de frente, pudiendo manipularlas en mi mente, dándoles forma. Pero sin oportunidad de darles materialidad, por falta de medios... o de fuerza para llevarlo a cabo.


sábado, 4 de junio de 2011

Cuestión de tiempo

Ya no mido el tiempo en esos fragmentos de media hora (para los cuales estábamos aburridos de los que nos contaban) que contábamos en clase, ahora mido el tiempo en temas. Temas que versan de un colectivo de personas (al que pertenezco) que en lugar de tomar la naturaleza, observarla y vivir acordes con ella tratan de manipularla desglosándola en diversos bloques: física, química, biología... (que a su vez se dividen en más partes). Me parece bastante frívolo, aunque por otra parte me encanta. Me encanta ver que todo se ajusta a un sin fin de leyes de todo tipo, que muchas veces es fácil predecir un fenómeno natural, que cada vez nos es más fácil clasificar los montones del desorden y el libre albedrío del universo, que no ordenarlos.

Es eso que nos la pone dura, esa avaricia de conocimiento (más bien de dinero por parte de otros) la que nos crea problemas con la señora madre natura, a la que en este momento estamos intentando amansar, de la misma forma que a un toro embravecido. En un principio, la miramos tímidos desde el burladero. Cuando se nos acerca tranquila a comer de nuestra mano sacamos el cuerpo de la barrera protectora y cuando estamos junto al animal marcándolo a fuego con una sonrisa de superioridad en la cara es cuando recibimos una coz que nos tira al suelo y un par de patadas que nos hace morder la arena y nos devuelve a la realidad. En estos puntos de la historia es cuando el mundo entero realiza pactos para evitar el uso de la temida energía nuclear como arma, por ejemplo. Pero, ¿y si no llegáramos al extremo de que el imponente toro verde se moleste con nosotros y nos permita convivir con él en su hogar (no en una plaza de toros, claro)?¿Tendríamos que seguir despreciando su ayuda? Mi posición es que no. Que sí, la convivencia es dura y las asperezas del comienzo se pueden contar en moles, pero nadie dijo que fuera fácil.

Me gustaría algún día poder decir que enciendo una estrella con un botón sin que sonara como una metáfora.



PD: a los pocos que leéis esto, perdonad la tardanza en actualizar (estoy de exámenes). Me ha costado demasiado tiempo averiguar que si no entro aquí para escribir, no me surge el qué de la cabeza.

domingo, 8 de mayo de 2011

Vacío

Qué días más deprimentes esos en los que te levantas esperando ver el sol matutino acompañado de una ligera brisa fresca que te desperece y lo único que encuentras al subir la persiana es un día nublado.
Días nublados: no sé con certeza si me gustan o me disgustan. Lo que tengo claro es que si no pones un poco de tu parte para retirar las nubes, tu cielo seguirá encapotado y tu día no hará más que empeorar (eructando vacío). Así que ponte de pie y, aunque no encuentres un rumbo o un destino, ponte en marcha: puede que en tu andar encuentres lo que buscas. Aunque un sucedáneo de ser humano te moleste para enseñarte a sumar.

domingo, 17 de abril de 2011

Thomas (I)

Ahí estábamos "nosotros" (no sabía con certeza si en realidad estaba solo), en medio de un descampado sin señas de que hubiera algún ser vivo cerca excepto las dos siluetas a mi espalda y yo. La nada en el horizonte. Un suelo que el tiempo había ido despojando de su cubierta de baldosas a rayas y las había esparcido rotas aleatoriamente. El ambiente era pesado. Tampoco había señal de que allí hubiera llovido, nevado o de una mísera ráfaga de viento alguna vez. Una leve niebla estática a la altura de las rodillas dificultaba la visión del terreno a pocos metros.
Me encontraba a las puertas de una fábrica de ladrillo marrón semiderruída. El deterioro del edificio se había ensañado con una de sus esquinas dejando un enorme hueco, sin embargo, no era posible vislumbrar su interior desde fuera. Oscuridad. El aura que emanaba de ese sitio era más fuerte que la luz y la recluía en su interior, un agujero negro en medio de la nada, y frente a él, nosotros: tres chavales (al menos yo) sin mover un músculo.
Mi primera impresión fue tranquilidad, a pesar del ambiente tétrico y de mis dos acompañantes desconocidos, se respiraba paz
¿Cómo demonios he llegado hasta aquí? ¿Por qué me siguen estos dos cuerpos sin rostro?
Para ser sincero no recordaba haber llegado hasta ahí por mi propio pie, por esto es por lo que empecé a inquietarme. Empezaron a sudarme las manos y una extraña corriente me subió por la espina dorsal hasta llegar a mi cabeza. Estaba nervioso. Una puerta al frente y a mis espaldas, dos siluetas.

sábado, 16 de abril de 2011

Sr. Lobo


"Soy el señor Lobo, soluciono problemas"

Me canso de recomendar esta película, así que todo aquel que no haya visto esta se la recomiendo. Y todo aquel que no haya visto una película de Tarantino, se la recomiendo también (casi es una obligación). Pulp Fiction, Kill Bill (2 volúmenes), Reservoir Dogs, Death Proof y dirigió el corto final de The Four Rooms.
No las he visto todas, pero casi podría recomendarlas todas. Los trabajos de ese hombre son obras de arte.

Nada más

Lo olvidaba: "No empecemos a chuparnos las pollas todavía"

sábado, 9 de abril de 2011

Du & Ich

No sabes lo que te he echado de menos.
Espero decirte, algún día no muy lejano, que hice este blog por ti.
Para decirte, orgulloso de mí mismo, que vuelvo a escribir
y que no podría ser más feliz con otra persona.

El blues del autobús

Aún recuerdo cuando me ataba mis zapatillas de velcro del número 34 y, de la mano de mi madre, salía a la calle las mañanas de verano. Días radiantes, espléndidos, rayos que caían picados al suelo formando largas sombras pero que a la vez iluminaban todo el barrio y que hacía que me picaran las piernas. Tras recorrer unas pocas calles, que entonces me parecían un intrincado laberinto que nunca acababa de entender, nos deteníamos junto a un poste verde, con números salpicados en la parte superior, hasta que llegaba una gran lata roja sobre ruedas, se detenía delante de nosotros y nos abría sus puertas como invitándonos a ser devorados. Al entrar, como un ritual, mi madre tocaba dos veces una campanilla introduciendo una tarjeta parecida a las fichas que utilizan los trabajadores al entrar y salir de trabajar. Clin, clin, sonaba al arrancar dos pedacitos de cartón de la tarjeta, y entonces podíamos adentrarnos en la enorme lata en busca de un cómodo asiento. La atmósfera en el interior era distinta a la exterior. Nunca encontrabas la temperatura a tu gusto. Cuando las mañanas eran frescas y una leve brisa se te colaba por las mangas y las perneras del pantalón sin llegar a causarte frío pero sí una grata sensación de frescor veraniego, un gélido aire incidía directamente sobre el asiento que me asignaba mi madre (junto a ella) y congelaba cada una de mis células epiteliales. Sin embargo, cuando el calor podía notarse con echar un vistazo al asfalto, que presentaba el mismo aspecto que la plancha de cualquier cocinero de chiringuito, esa brisa tan esperada no llegaba nunca y no hacía más que sudar y sudar. Al parecer no era el único, porque además del calor, por lo general cierto hedor a animal, a humano, se respiraba en aquella atmósfera. A mí eso me preocupaba poco entonces, me dedicaba a mover las piernas, que colgaban del asiento y a mirar por la ventanilla la ciudad pasar. Siempre el mismo recorrido, aunque siempre distinto. Gente con ropa veraniega, verde por todas partes, aspersores en funcionamiento que añoraba los días más calurosos. Hasta que, sacado de mi ensoñación de un tirón, mi madre volvía a agarrarme de la mano hasta ponerme de pie y me llevaba hasta una de las salidas de aquel mundo. Al igual que para entrar, había que pedir permiso para salir esta vez tocando un botón rojo a lo alto de una de las barras del esqueleto de esa bestia. A mi madre y a mí, afortunadamente, siempre nos dejaban salir. Dos viajes cada día, uno para ir, otro para volver. Viendo caras nuevas, cada día, cada parada.

Han pasado los años y sigo sorprendiéndome con la gente tan variada que sube al autobús. Algunas cosas han cambiado, como el famoso bonobús, que ahora ha pasado a ser una tarjeta que pretende imitar (inútilmente) el sonido de las campanas al entrar. O como el fuelle que han incrustado a la mitad (para recogerlos con más facilidad, imagino), o los duendes que tienen escondidos a lo largo del bus que te informan de la siguiente parada con un acento extraño. Pero conserva el mismo ambiente que entonces. Y creo que cuando me marche, aunque sea un medio de transporte como cualquier otro, echaré de menos, entre otras cosas, los momentos que he pasado en todos los buses que he cogido aquí, en Zaragoza, en mi ciudad natal.

martes, 5 de abril de 2011

Eraser

(I)
Need you
Dream you
Find you
Taste you
Fuck you
Use you
Scar you
Break you


(You)
Lose me
Hate me
Smash me
Erase me


(Please)
Kill me
Kill me
Kill me
Kill me
Kill me
Kill me
Kill me
Kill me
(Slowly)






Experimentando nuevas frecuencias, otras λ. Qué ciego(?) he estado todo este tiempo.

domingo, 3 de abril de 2011

Esfuerzo

Antes de empezar con esta entrada y siendo un poco egocéntrico, deleitaré a los cuatro gatos que me leen con la experiencia de empezar con este proyecto.
Hacía mucho que no me sentía así: ilusionado, esperanzado, ocupado. También es cierto que empiezo proyectos con ganas y cuando los exprimo dejo de interesarme por ellos a menudo, pero es que este mundo ofrece tanto que no veo el fin. Ya veremos en un par de semanas.
Será por la novedad, pero desde hace un tiempo, cuando me dedicaba a divagar sin prestar mucha atención a la música que escuchaba, una historia o una anécdota me venía a la mente e instantáneamente pensaba que podría publicarla si tuviera un blog, un blog, blog... Confío en que siga así. Solo me pediría (me exigiría) que dejaran de aparecer tantos textos de golpe y se dosificaran a lo largo de un tiempo, no soy un pozo sin fondo.
Basta de "me".
Pequeña historia de ficción

Esfuerzo

Hace algún tiempo, antes de que el siglo XXI planeara su llegada, un hombre de avanzada edad daba clases de guitarra clásica a su nieto. La ilusión se respiraba en el ambiente por encima del olor a madera vieja de los muebles que decoraban el estudio. Emanaba directamente de la mirada del abuelo; el nieto, un poco cabezota, se negaba a seguir las instrucciones de su abuelo. El chiquillo aún era pequeño e interpretaba la ilusión de su abuelo como severidad (de verdad que aquel hombre inspiraba respeto).
La música... esa especie de credo que si sigues por obligación desde pequeño tiene dos salidas: abandonarlo o creer más fuertemente en él. En realidad, el niño no era forzado por nadie más que por la esperanza del abuelo de que la música no se saltara otra generación. Deseaba ver a alguno de sus nietos tocar su instrumento desde el alma, porque, en verdad, ése era el lenguaje que mejor entendía.
Pasaron los años y dentro del siglo XXI, el abuelo decidió dejarse llevar por el viento y el aroma de unas cuantas flores. El viento, egoístamente, también se llevó su alma de un soplido.
Algo quedó en el mundo mortal ya que, al cabo de unos años, su nieto, ya no tan niño, tomó de nuevo el mástil de su guitarra y comenzó a rasguear sus cuerdas, a disponer sus dedos en acordes que poco a poco iban tomando forma, y cuando tomaban forma inspiraban uno nuevo. Ganas de continuar. Ilusión (ya no severidad).
Su otro nieto un buen día cogió un violín.

La adolescencia ya pasó para aquel chiquillo. De su cabeza surgía una basta melena negra que, por lo que vi, soltaba y despeinaba para sentir con más fuerza las notas. No tardó en encontrar un conjunto de músicos con los que formar un grupo y hacer su propia música. Cada vez que lo comentaba, veía al abuelo en el brillo de sus ojos (ilusión). Sé que esté donde esté, sabe que su nieto lo está haciendo, se lo transmite con su música.

Cualquier cuarto forrado de hueveras era bueno para hacer rebotar ondas sonoras contra las paredes, ondas que volvían a los propios músicos transformadas en algo coherente. Tímidas sonrisas se vislumbraban en las comisuras de los labios de los integrantes del grupo en cada momento al saber que eran su propio público y les gustaba. Progresaron, progresaron mucho. Su música evolucionó hasta un estilo alternativo bastante rockero que tan pronto podía hacerte flotar como hacerte sentir presionado, casi aplastado, contra el suelo. Su música paso a ser una droga, cuyo efecto aumentaba conforme pasaba el tiempo. Componían, ensayaban, actuaban, grababan; recogían los frutos de su trabajo. Cada uno de sus conciertos eran un despliegue de sonido, luz, gritos desgarradores, parches aporreados, hasta alguna tarjeta hacía la función de púa. Arte que transmitían a su público.
Fueron los reyes en su nube de estabilidad. Pero el tiempo acaba con todo, sin excepción y empezó a llover.  Mantenerse arriba se convirtió en algo verdaderamente costoso. Supieron subir pero, ¿mantenerse arriba?

Primer domingo de abril y cuesta mantenerse arriba.


Pequeño homenaje a vosotros dos

sábado, 2 de abril de 2011

Un nuevo amanecer

Me siento un poco influenciado porque las personas que me rodean tienen blog. ~Beeeee~ Y cuando escriben en él es como si se liberaran. Gracias a él respiran, y por él se sienten libres de publicar lo que quieran. Además disfrutan y se piropean los unos a los otros de lo que han escrito, de cómo lo han escrito. ~No somos tan diferentes~ Así que, empujado por un gran amigo (Gracias), decidí experimentar creando este espacio.

[Antes de publicar, ya había borrado y reescrito varias veces este último párrafo]

Maldición. Hace mucho que no escribo, que no toco ninguna clase de instrumento. En definitiva, que no creo. No sé en qué año de mi vida dejé atrás mi parte creativa (la poca que tenía), pero la echo de menos. Desearía que volviera. Porque, como me pasa ahora, no puedo crear sin pensar a cada letra o nota que lo que he escrito es auténtica basura y debe ser borrada.
Esperemos que el blog me sirva como medicamento para ir subiendo cosas, ~aunque posiblemente acabe subiendo una canción de vez en cuando, de esas que te llegan y no paras de escucharla~. En fin, tengo un par de historias macerando, en cuanto pierda el miedo al papel me enfrentaré a él con un bolígrafo ~mejor un lápiz, se puede borrar~ y deleitaré a todo aquel que lo lea con el sentimiento que elija sentir al leerla.

Nada más, le daré a enviar sin releer. No quiero borrar nada.


Turnin' On The Screw - Queens of the Stone Age